H.3.1.1. Talabartería

Entre las artesanías que practiqué, estuvo la talabartería. Con tantos años de equitación donde el equipo es de primera importancia, me introduje en la talabartería. Me gustaba mirar trabajar a los talabarteros, así aprendía. Cuando el Regimiento Guía estaba completo, tenía algo mas de 400 caballos, lo que implicaba mucho trabajos de talabartería. Especialmente recuerdo al sargento Bustos del Regimiento Guías y sus ayudantes. Cuando Bustos se jubiló, siguió trabajando en su casa y me hizo varias monturas y equipos. Terminamos siendo amigos y nos alegrábamos de vernos y conversar un rato de lo humano y lo divino. Me hice un taller de talabartería en mi taller, donde arreglaba prácticamente todo mi equipo. Adquirí herramientas y quedó muy funcional. Disfrutaba especialmente recuperar sillas de montar viejas y secas, que me regalaban porque ya había muerto el cuero. Encontré una forma de rehumedecer el cuero y luego lubricarlo, hasta que la montura quedaba suave y hermosa. Igual sucedía con las riendas y el resto del equipo. Lubricar equipos era para mi un trabajo muy relajador. Por supuesto que tenía muchos jabones y cremas, empezando por el famoso “jaboncillo militar” compuesto de al menos cinco ingredientes y que al fin, a cada uno le inventaba algo. Por supuesto había fórmulas secretas que pasaban de generación en generación de oficiales de caballería, a quienes se les denominaba “chocos.” Hice muchos trabajos que me agradaría contar, pero hay que proteger esta página, por eso, recordaré solo la “montura del huaso de 1850”. Esto nació de una idea del Comandante que quería que los huasos del Club de Huasos, que funcionaba en el Regimiento Guías, desfilaran para el 18 de Septiembre, en Concepción, junto con el Regimiento. Yo le sugerí que agregáramos algo nuevo, como por ejemplo que hubiese tres huasos con equipos distintos: el huaso antiguo, tipo los cuadros de Rugendas, el huaso de principios del siglo veinte y un huaso al estilo corralero actual. La idea fue aceptada y yo quedé a cargo de la montura de Rugendas. Esto significaba que había que hacerla entera, igual su rienda y chicote. Lo primero que consulté fue el famoso cuadro de Rugendas de 1825 llamado “el lacho y la lavandera”. Luego fui al museo Stom de Chiguayante que tiene mucho apero antiguo y finalmente al museo de Santa Cruz, formado por Cardoen, donde me dejaron intrusear sin límite, igual que en el de Stom. Fue un trabajo largo. Para los bastos me ayudó el Maestro Bustos; los estribos unas estriberas de Linares, el chañuntuco unas tejedoras de Chillán y los metales (plata) de las riendas, mi amigo Delaveau, y un maestro de Chillán me confeccionó el resonador, que va a ambos lados de la boca. También obtuve información y nomenclatura de habitantes de Trapa-Trapa, amigos de Stom, cuyas monturas son muy antiguas. No me preocupé de las otras dos monturas, pues habíamos asignado misiones, y las misiones en el ejército de Chile, se cumplen o se muere en el intento. Mal que mal era un asunto relacionado con el Ejército y el Regimiento Guías. Días entes del desfile yo había practicado con la montura en mi caballo Charol, regalo de Julio Kuncar, con quién desfilaría, ataviado de huaso de la época. Me mandé a hacer un sombrero de paja de 35 cm de alto como el del cuadro de Rugendas y el resto de la tenida se armó con lo que había. El día del desfile, llegaron los otros dos huasos con sus monturas corrientes, no le habían puesto ningún interés al proyecto. De todos modos desfilamos con bastante éxito y muy mencionados en la prensa. Usé la montura un par de veces mas y, aún la tengo al costado de mi escritorio. Está ilustrada en la galería de fotos de esta sección.

H.3.1.1. Ver galería de fotos.

Con mi caballo Charol y la tenida y montura tipo Rugendas 1825. Llegando al Rgto Guias luego del desfile del 18 de sept. ca. 1990.Concepción.