H.3.1.2 Relojes antiguos

Como en todo, la suerte abre caminos. En USA un gringo me regaló un reloj viejo sin arreglo según él. Yo le metí un poco de mano y el reloj “andó” así es que sentí el orgullo nacional en el extranjero, y recibí los piropos del nativo, que no podía creer que yo había arreglado algo dado por muerto por los relojeros consultados. Por un corto tiempo pensé que podría arreglar otros y hacer dinero, pero el doctorado me tenía hasta el cuello, así es que postergué las ganas. El buen gringo me regaló el reloj y me lo traje a Chile.  El asunto radicaba en que en USA el trabajo artesanal es demasiado caro, y hacer una pieza de un centímetro por medio centímetro a pura lima, como en este caso, era casi imposible de encontrar alguien dispuesto a hacerlo. Pero también entendí que un gringo que se presta para hacer ese trabajo, debe garantizar el éxito y en mi caso todos habríamos quedados contentos con solo intentarlo: si resultaba bien, si no también.

Tengo la impresión que para cualquier aficionado a los fierros, un reloj  viejo detenido es un desafío, y el oírlo andar de nuevo, es música celestial. Así me ha pasado a mi. Recibí relojes viejos regalados, otros comprados, otros rematados, etc. Es imposible para mi resistir el hechizo.  Se llenó la casa de relojes, todos andando. La meta era que todos tocaran las campanas a la misma hora, lo que me mantenía permanentemente ocupado con los reguladores.  Me gustaba oírlos cuando se producía la sinfonía de campanas. Pero cuando alguno no tocaba a la hora o se adelantaba, sentía que había fallado. Pero resultaba que no vivía solo. Éramos nueve personas durmiendo en casa, varios jóvenes que querían dormir y la sinfonía de campanas los despertaba. En realidad sonaba bastante fuerte. A mi me gustaba oírlas desde la cama y sabía cual se atrasaba o adelantaba o, no tocaba. Con el tiempo, en la mañana varios relojes aparecían detenidos. Finalmente descubrí el secreto, algún hijo se levantaba y acercaba una silla al péndulo y el reloj se detenía. Entonces empecé á dejar los relojes detenidos y no se ha vuelto a armar otra vez la sinfonía. Ahora que vivo solo, he pensado reponerla, pero me da flojera, porque hay que lavar y aceitar las máquinas, ajustarlas y, encontrar algunas pesas que andan, vaya uno a saber donde.

Se adjuntan fotos de algunos relojes con una pequeña explicación