En 1945, a la edad de 16 años, entré a la Escuela Militar de Chile, donde permanecí hasta 1947, egresando de sexto año de Humanidades para entrar a la Universidad Católica de Santiago, en Agronomía.
La Escuela fue muy importante para mi. El Juramento a la Bandera me tocó muy hondo y por el resto de mi vida lo he tenido presente y nunca he abjurado de él. Cuando llegué a Concepción con mi familia en 1955, tomé contacto con el Regimiento Guías (RC7 del General Benavente) e inicié mis actividades ecuestres formando posteriormente parte del equipo oficial de saltos del Rgto. En esta actividad permanecí activo hasta el año 2001, cuando colgué definitivamente las botas, a los 72 años. Paralelo a las actividades ecuestres, hice ejercicios militares que me permitieron ascender en la reserva hasta el grado de mayor. Muy interesante fue para mi participar en un programa dirigido por el General Ibañez en Concepción, que consistía en colaborar con la formación de cuadros profesionales para cubrir las plazas de oficiales en caso de un conflicto con países vecinos. El Ejército enfrentaba dos posiciones: crear un contingente permanente de soldados profesionales, lo que era muy caro, o imitando a Israel, tener en cada profesional del país un candidato a oficial; para lo cual habría que preparar civiles para ello. Eran los tiempo de los posibles conflictos con Argentina, Bolivia y Perú. Estuve varias veces a punto de embarcar en trenes que nos llevarían con caballos y equipo a localidades del sur que quedarían bajo la protección de nuestro Regimiento. Lo que se hizo en Concepción fue reunir a los civiles que habían estado en la Escuela Militar, especialmente los miembros de “Cien Águilas”, y ofrecerles entrenamiento. Este programa duró un tiempo y participé intensamente. Posteriormente el Ejército, ya pasado el peligro, se decidió por soldados profesionales, al menos entre los oficiales.
En Biografía (B), describí algunas de mis primeras relaciones con el Ejército de Chile, en la Escuela Militar de Chile entre los años 1945-1947. Por un tiempo aproximado de 4 o 5 años no tuve relación con nuestro Ejército. Solo cuando llegamos a Concepción tomé contacto con él en el Regimiento Guías. El contacto se inició con el Club de Paperchase, él en ese entonces Capitán Pepe Villablanca y el recordado comandante Alfonso Reyes. El mando del Coronel Reyes fue mas bien triste, pues le tocó recibir el Regimiento después del terremoto del 60 y el contingente de soldados que recibió tenían como principal misión, demoler, recuperar material, parchar, hacer techos provisorios, pintar y otras actividades correspondientes a la situación que se vivía. Se hacía una instrucción militar básica. El Comandante Reyes era una persona amistosa y recta, fue fácil para un civil como yo encajar en el Regimiento como Subteniente de Reserva, grado que me correspondía por haber estado tres años en la escuela Militar y tener una profesión liberal. Allí retomé los caballos con los cuales no tenía contacto desde mi época huasa cuando administré fundos, especialmente en La Torina y Las Juntas, con criadero de caballos corraleros incluidos. Mi actividad en el Regimiento se reducía principalmente a actividades de equitación, sociales y de ceremonias militares. En este recordado Regimiento, estuve casi cincuenta años. Esto lo recuerdo bien por que se estaba organizando un acto en mi honor para reconocer el tiempo de actividad y aparentemente por ser el reservista militar mas antiguo de Chile. Poco tiempo antes, por decir una o dos semanas, todo se suspendió: el Regimiento cambiaba de arma, ahora sería blindado y se trasladaría a Putre. Adiós a los caballos y sus notables tradiciones. Ahora sería uno como los demás. La caballería siempre había sido un arma noble, diferente en muchos aspectos al resto de las armas, y sus oficiales, en mi opinión padecían de una mística casi enfermiza por su arma. Estos ya habían tenido anteriormente un duro golpe cuando se ordenó que todos los oficiales y suboficiales usarían parche rojo en vez del parche celeste! Adiós a la abotonadura de plata, el barboquejo de la gorra y los grados plateados y a la tenida de montar con botas negras y altas y, espolines de plata. Además el Regimiento se fusionaría con los otros de Concepción, formando una gran unidad reforzada de nombre Regimiento Chacabuco, es decir el nombre del regimiento de Infantería de Concepción, contrincante permanente del Guías. Fui testigo de un hecho increíble. El comandante del momento, Cdte Jorge Villarroel, militar de antigua familia de militares de caballería, dio la orden de no nombrar la caballería y que se acabaran las sensiblerías, ahora todos seríamos blindados y a mucha honra. En una semana la metamorfosis se había producido y en el predio no quedaba ni un signo del Regimiento Guías. Yo muy dolorido también, me robé el letrero del estacionamiento del “Comandante del Regimiento” y lo tengo clavado en la puerta de mi taller, en la casa, a la espera que un jinete de plata en un caballo blanco regrese a buscarlo. Este evento me dejó muy claro la verticalidad del mando y la aceptación inmediata de las órdenes superiores. Al final me llenó orgullo mi Ejército.
Formé parte del equipo de salto y de adiestramiento del Regimiento Guías y concursé por él muchas veces y no me puedo quejar por falta de escarapelas, ni copas , ni una cantidad de cosas inútiles que con gran frecuencia constituían los premios. Algo así como los regalos chicos de casamiento. Al principio montaba caballos fiscales, pero con el andar del tiempo tuve mis propios caballos, hasta cuatro, que era lo permitido. Había que comprar el forraje afuera y pagar un ordenanza, también externo, al que se le permitía vivir y comer en las naves. Y estaban sometidos a toda la disciplina militar. Usualmente los ordenanzas los contratábamos entre los solados recién salidos del Servicio Militar.
Algunas actividades que se me encomendaron fue dar charlas formativas al cuerpo de suboficiales, donde reordené mis apuntes de las clases que dábamos con Ivette a los novios por cuenta del Movimiento Familiar Cristiano en Concepción. También fui instructor de Sobrevivencia en algunas temporadas y ayudé a varios oficiales, incluso comandantes, a ordenar sus tesis de grado, pues varios de ellos seguían, paralelamente estudios universitarios. Cuando se fue el Guías, quedé formando el nostálgico grupo de los que nos autodenominamos “Viudas del Guías”. En estos últimos años he vuelto invitado, especialmente a asistir a ceremonias militares, donde me ataca la nostalgia por el desfile de la Caballería, donde con frecuencia mi gran caballo blanco “Monte Zorro”, llevaba al abanderado. Mis hermosos caballos eran usualmente usados en los desfile y yo me sentía muy orgulloso de ellos. Hay un hecho relevante relacionado con el ejército y es la resurrección del himno de la Cuarta Compañía del Chacabuco, el que describo en H.1.1.A.4 “Canto militar de Chile”.
Un ejemplo de discurso que debí ofrecer durante mi servicio en el Ejército
HOMENAJE A LAS GLORIAS DEL EJÉRCITO
Centro de ex cadetes de la Escuela Militar.
Destacamento Cien Aguilas Concepción
Cadete Jorge N. Artigas Coch. Octubre 2014.
Señor Comandante en Jefe del Comando de Operaciones Terrestres de nuestro Ejército, General de División Daniel Arancibia Clavel; señor Jefe de EE.MM. del Co., Coronel Alberto Elizalde Villalobos; señor representante del Comandante del Regimiento Reforzado Nº 7 Chacabuco, Mayor Don …. Señores brigadieres y cadetes del Centro de Ex – Cadetes Militares “Cien Águilas” del destacamento Concepción del General Manuel Bulnes Prieto, invitados especiales.
Es para mí un honor representar a nuestra Unidad en este Rancho de Honor, oportunidad en la que rendimos homenaje a las Glorias de nuestro Ejército. Es una grata ocasión el contar con la valiosa concurrencia del Comandante del Comando de Operaciones Terrestres a quién, junto a los oficiales jefes que le acompañan, les recibimos con especial aprecio, señalándoles que están en su casa porque los sentimos integrantes, por derecho propio, de nuestro Centro.
El homenaje que rendimos lo hacemos con la conciencia y el corazón. Nos sentimos parte de nuestro Ejército, habiendo vestido su uniforme como cadetes y muchos como oficiales y todos cumplido el juramento de servir fielmente a la Patria “hasta rendir la vida si fuere necesario”.
No es el momento de desarrollar un recuento histórico de la institución homenajeada, sostenedora del andamiaje institucional de nuestra República y garante de su defensa y soberanía.
La conocemos y nos sentimos orgullosos de su pasado, desde los inicios de nuestra vida republicana, en la Revolución independiente, pasando por las conflagraciones internacionales que nos enfrentaron a la Confederación Perú – Boliviana y a dichos países en la llamada Guerra del Pacífico.
Nuestro Ejército, durante su trayectoria, debió intervenir, además, en numerosas ocasiones, llamados a enfrentar situaciones que amenazaban al país en su desenvolvimiento político administrativo e institucional. Desde el llamado “Motín de Figueroa”, en la Patria Vieja, a los trastornos revolucionarios de los primeros decenios, siendo la situación más trascendente para nuestra ciudad de Concepción, la batalla de Loncomilla, en la que el líder de las fuerzas del sur, comandadas por el General José María de la Cruz, fuera derrotado por su pariente, el General Manuel Bulnes, perdiéndose la hegemonía penquista que provenía de haber sido sede de la Real Audiencia, asiento de los Gobernadores de Chile dos siglos y cuna de los principales impulsores de la independencia patria. Luego, su intervención en la Revolución del 91, Guerra Civil en la que intervino incorporado en los dos ejércitos en contienda y más tarde en situaciones que la incluyen en las Juntas de Gobierno de 1924, 1925 y 1973, ejerciendo, a partir de esta última fecha, una gestión que se prolongó hasta 1989, bajo la dirección del Comandante en Jefe, General Augusto Pinochet, restaurando la gobernabilidad y orientando el quehacer político, administrativo y económico del país, hasta nuestro días. Dios nos proteja.
La Guerra de Arauco formó, con la fusión de las razas hispana y araucana, nuestra nacionalidad en una confrontación que dio lugar, en 1604, a la formación del Primer Ejército de la Gobernación colonial, siendo su Comandante el Gobernador Diego de Ribera. Hay quienes dan origen al Ejército Chileno en esa fecha.
La intermitente guerra araucana alternada con períodos de paz, crisol en el que se funda la raza chilena, formó lo que Indalecio Téllez señala en su libro “Una raza militar”, en la que se amalgama el godo arábigo con el mapuche, siendo la base de un ejército que combatió exitosamente durante siglos en las situaciones que he señalado con anterioridad.
Fuertes, leales, inclaudicables en la búsqueda de sus objetivos y dispuesto a todos los sacrificios por alcanzarlos, se observa en Lautaro, Caupolicán, Galvarino y en nuestros próceres O’Higgins, Freire, Spano, Bueras, Prieto, Bulnes, Eleuterio Ramírez, los 77 de La Concepción, y tantos otros hasta nuestros días, que no trepidaron en entregar sus vidas por la causa que la patria les reclamaba. Y no nos caben dudas que en lo futuro, si las circunstancias lo ameritan, sin vacilación alguna, los miembros de nuestro ejército, de ayer, hoy y siempre, sabrán responder igual conforme al juramento rendido ante nuestra bandera en la tradicional ceremonia pública.
Nuestro país no sería el mismo sin nuestro glorioso Ejército, lleno de instancias definitorias. Hoy se encuentra en un pie de renovadoras transformaciones tecnológicas, brindando apoyo a Chile y a las Naciones Unidas en el ámbito internacional y recibiendo los más elogiosos comentarios por su disciplina y capacidad profesional.
Sabemos que de no haber sido así, de no haberse formado un ejército con destacada capacidad disuasiva, hoy nuestro Chile limitaría al norte con La Serena y al sur con Puerto Montt, con suerte.
En esta ocasión, orgullosos de pertenecer a tan señera institución, que se confunde con la Patria, honramos a nuestros camaradas de Armas que día a día, enriquecen su capacidad combativa, haciéndolo en la persona de las más altas autoridades del Comando de Operaciones Terrestres, su brazo internacional y al Glorioso Chacabuco, depositario del legado de los héroes de La Concepción.
Levantamos nuestra copa brindando por nuestros compañeros de armas y luego estrechándonos en un fuerte y fraterno abrazo de respeto, cariño y camaradería.
Salud por nuestra querida Patria y que Dios la proteja y nos proteja a nosotros.
Buenas Noches.
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